Ajo blanco

Introducción

Sobre este plato de comida

Aprendido de Anna d'Alòs

Aunque su preparación y consumo se asocie con el verano es solo a partir del otoño cuando podemos encontrar en el mercado la deliciosa uvas moscatel, complemento fundamental de este plato. Pero no hagamos de esto una tragedia: unas pasas de Corinto previamente hidratadas también pueden servir; o unos trocitos de melón dulce; o... algún tropezón dulzón que tengamos a mano.

Las almendras son ricas en fibras, proteínas, vitaminas B y E, grasas saludables, hierro, calcio y fósforo entre otros minerales. Podemos utilizar cualquiera de las muchas variedades que ofrece el mercado. Entre las españolas encontramos la marcona, la ramillete, la comuna o la largueta, siendo esta última la más utilizada sobre todo para freirlas y disfrutar de un exquisito aperitivo salado. De cualquier forma siempre hemos de elegir la variedad dulce pues la amarga puede llegar a ser tóxica. Habrán de estar repeladas. Si a las propiedades de las almendras le sumamos las antibióticas de los ajos, estamos ante un plato bastante terapéutico. Eso sí: el aliento se resiente y las almendras no dejan de ser un fruto seco y crudo que a los estómagos más delicados les puede resultar de digestión lenta. Por eso, mientras más potencia le apliquemos a la batidora, resultará más fino en la boca y más digerible. La uva, como bien dice la autora de la receta, mejor una moscatel madura. Si se prepara este plato en época en la que no encontramos uvas en la frutería, yo utilizo uvas pasas del tipo sultana sin pepitas, previamente hidratadas durante una o dos horas. Hay quienes sustituyen las uvas por trocitos de melón, higo u otra fruta fresca y muy dulce para lograr el contraste con la acidez del ajo blanco.